Su rostro descansaba contra mi cuello mientras ambos guardábamos
silencio, en espera y desolación. El tren anunció su llegada y con ese sonido nuestras
esperanzas se rompieron contra el suelo. Él levantó la mirada y sus ojos
estaban cerrados, puse mis manos en sus mejillas esperando a que pudiera verme
una vez más; pero él solo me besó de golpe cuando el tren volvió a dar un
estruendo, esta vez llamando para la salida.
-hora de irse -me dijo cuando el beso terminó.
-lo sé -respondí evitando llorar. Ninguno de nosotros deseaba que
terminara, pero yo tuve que dejar ir sus manos y él tuvo que caminar hacia el
tren. Subió sin titubear y una vez adentro se perdió de mi vista.
No dijo adiós por la ventanilla, no respondí a ese adiós mientras el
tren se iba. Todo simplemente terminó, paso sin pasar, se acabó sin iniciar.
El tiempo que pasamos juntos iba a ser nuestro secreto por siempre,
así estaba previsto.

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